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Abriéndome a Nuevas Experiencias

Ivanov Vivas, Marzo 2017

Hace unos días recibí de un gran amigo la invitación para participar en un evento por Venezuela.

Ya hacía un largo tiempo que no contactaba a este amigo, y sin embargo para mi esposa y para mí es una persona importante en nuestro día a día.

Él nos introdujo al mundo del Yoga, su filosofía y asanas (ejercicios físicos). Es de esas personas que cuando habla nos recuerda lo que ya sabíamos pero habíamos olvidado.

Dada Acharya Chidrupananda Avadhuta llegó hace dos décadas a Venezuela guiado por su maestro Prabhat Ranjan Sarkar, conocido por su nombre espiritual como Shrii Shrii Ánandamúrti, y a quien todos llaman Baba (Padre). Desde entonces su amor por este bello país ha crecido, regalándonos además con sus enseñanzas y amistad.

El pasado domingo 12 de marzo de 2017, Dada nos invitó a un compartir en su Centro de Yoga y Escuela Mística “Misión Universal de Amor”, para meditar y orar colectivamente por la paz, por el bienestar del individuo y del colectivo de Venezuela.

A pesar que soy una persona reservada y no muy dada a los grupos, decidí vivir esta experiencia –la primera en mi vida- y abrirme a una dinámica que me era extraña. La razón: todas estas personas compartían un mismo anhelo. Un anhelo que está intrínseco en cada uno de nosotros y que no es más que actuar por amor y con compasión. Amor por un país, amor por su gente, por su naturaleza, y que a su vez se refleja en el amor por este planeta.

En este milieu ocurrieron varias cosas que me sorprendieron. A través de un sentir común se alcanzó un entorno que, a pesar de las diferencias que desde el exterior podría percibirse de los presentes, ensambló un extraordinario conjunto que física, mental y socialmente llegó a ser como un solo ser.

Recuerdo de manera constante una de las enseñanzas de Dada: “no te involucres”, con lo cual me daba a entender que no me dejara llevar por las circunstancias, así como evitar sentir que todo lo que ocurre a mi derredor está dirigido en contra de mi persona, algo que tendemos a sentir cuando nos encontramos con algo desconocido. Teniendo esto en mente entré en el recinto en el que más de 50 personas se aglomeraban y tomaban sus puestos para dar inicio a la meditación. Una meditación que a pesar de llevarse en conjunto, se hacía desde un espacio individual.

Cuando Dada dio sus palabras de bienvenida, en las que platicaba sobre el propósito individual de meditar y orar por Venezuela, así como y por aquellos que están sufriendo los embates del hambre y el abandono, se vio interrumpido justo cuando hablaba sobre como aprendió a amar desde que llegó a este país, y cómo dolía ver irse de Venezuela a los seres que amaba. La falta de aire y el intento de controlar el llanto le sobrepasó y pude experimentar como se abría a nosotros, compartiendo lo que todos los presentes también sentíamos. Fue una experiencia sublime para mí, el  poder conectarme con la energía, los sentimientos y la emoción sincera de alguien, que sin haber nacido en esta tierra, siente y padece por ella igual o más que muchos nacidos en ella.

Luego de la meditación, varias personas hablaron sobre cómo todos podemos contribuir para ayudar a Venezuela y sus gentes, comenzando con cambiar desde adentro, permitiendo que nuestra conciencia despierte y no dejándonos arrastrar por las circunstancias externas, ya sea porque es la costumbre o es lo que hace todo el mundo. Y así, espontáneamente varios de los presentes comenzaron a compartir sobre las actividades que adelantaban a través de organizaciones creadas por ellos mismos, grupos de ayuda, e incluso mediante acciones individuales.

Mi esposa y yo nos sentimos tan identificados y maravillados al ver como un grupo tan heterogéneo comulgaba con los mismos anhelos e intenciones que nosotros. Así nos dábamos cuenta que no estábamos tan equivocados en el camino que desde hacía mucho tiempo habíamos tomado. Desde una oración, un gesto de bondad, una sonrisa o un “buenos días”, dados con sinceridad y positivismo alegrando así al que los recibe, socorrer a un animal abandonado y herido, hasta contribuir con una asociación civil que busca brindar atención a niñas madres en riesgos sociales, son acciones, que por pequeñas que sean, suman.

De esta manera mantuve presente otra de las enseñanzas de Dada durante esta reunión: Para poder alcanzar el verdadero estado de conciencia y la armonía hay que comenzar con algo básico, y es que lo que pensamos, decimos y hacemos han de estar alineados.

Mal podríamos contribuir al bienestar de otras personas, animales y a la misma naturaleza que nos da alimentos y vida, si tenemos pensamientos que no se conciertan con lo que decimos, ya que sería pura hipocresía, generando así, en consecuencia, un actuar deshonesto.

Aun cuando me cuesta abrirme, me considero una persona con una fuerte conexión espiritual, y no puedo más que estar agradecido por la oportunidad que Dada Chidrupananda y todos los presentes en esta pequeña pero significativa reunión, nos brindaron a mi esposa y a mí -Namaskar

¿Qué significa la "Naturaleza Humana"?

Ivanov Vivas, Septiembre 2016

A veces usamos esta expresión para justificar cualquier acción del hombre y el resultado de dicha acción, sea buena o mala.

Hay acciones que subliman a la humanidad, e incluso levantan nuestro espíritu y nos hacen llorar, como cuando observamos el rescate de una vaca atrapada en un risco a punto de caer en el mar, pero que luego no escatimamos en disfrutar en una hamburguesa. O vemos como unos padres logran sacar adelante a sus hijos a pesar de las adversidades económicas, y nos sentimos orgullosos y admirados del logro que puede alcanzar la humanidad, pero luego vemos con horror cuando niños son bombardeados en guerras de las que ellos no tienen arte ni parte, y entonces aborrecemos todo lo que los humanos podemos hacer con nuestro ingenio.

Esta relación de amor odio con nuestra propia especie es más común de lo que se piensa, y sí, es parte de nuestra “Naturaleza Humana”.

Toda especie lucha y defiende lo básico y primordial para su existencia: los recursos que le permiten continuar viviendo y reproduciéndose. La dominancia sobre otros está muy relacionado con esto último. Machos que buscan dominar a la mayoría de las hembras para prolongar su herencia genética, grupos de individuos que buscan dominar, desplazar, e incluso eliminar a la competencia que pueda arrebatarles el sustento, lo cual les lleva a dominar mayor territorio, etc.

El violentar a otros ha sido práctica común de los hombres y las mujeres por alcanzar un mayor dominio sobre los demás. La búsqueda constante del poder, en un inicio, era por alimentos, refugio, sobrevivencia de la tribu o del clan. Con el tiempo, este poder alcanzó nuevos límites que iban más allá del dominio físico, introduciéndose en el dominio psicológico y moral.

 

La búsqueda del control sobre otros puede ser observado desde núcleos familiares hasta grupos inmensos como los son los Estados. Una mujer o un hombre que somete a su pareja controlándolo físicamente o con violencia psicológica al minimizarlo y castrarlo para así generar una dependencia hacia el que aparenta ser el más fuerte de la relación, culpando a su víctima de ser responsable por sus acciones represivas, para luego de constreñirlo darle muestras de amor como premio por su sometimiento y obediencia; una madre que desea mantener a sus hijos a su lado, pero sus inseguridades le llevan a la búsqueda de un control férreo sobre ellos, lo cual logra haciéndoles sentir inútiles sin ella como su guía; un gobierno que no permite a los ciudadanos de un país desarrollarse mediante la educación y el crecimiento económico, transmitiendo a la población una sensación de “protección paternalista” mediante la cual evita que se desenvuelva, manteniéndola ignorante e incapaz de pensar por sí misma a través de doctrinas y dogmas que disfrazan la ignorancia y desconocimiento bajo los que está sometida, y totalmente dependiente de las limosnas que le son dadas esporádicamente como si fuesen un regalo divino. Todo esto genera lo que se denomina indefensión aprendida.[1]

 

“Una sociedad libre debe producir personas libres. Es decir, personas con capacidad de elección y de discernimiento; de comprender lo que les pasa y de ser capaces de cambiar su situación si así lo deciden”.

John Dewey

 

Sin embargo, la “Naturaleza Humana” está en cada uno de nosotros, y precisamente es eso “Naturaleza”.

Si observamos a la naturaleza vemos pequeñas demostraciones de lo que nosotros mismos somos. El agua, un elemento suave que se escurre entre nuestros dedos cuando tratamos de aferrarla con nuestras manos, puede cambiar la faz de montañas y erosionar piedras. El viento, un elemento suave que fluye por entre los árboles y grietas de las paredes, puede levantar casas como si de papel se tratara. El fuego, que arrasa praderas puede generar nueva vida luego de su paso. La tierra que pisamos todos los días es hogar de una inmensa cantidad de especies que viven en el planeta.

Todas estas características están dentro de nosotros. Entonces, ¿cómo es que individuos de nuestra propia especie pueden someternos según sus caprichos? Sencillo, porque les dejamos. En cada uno de nosotros está la fuerza suficiente para detener esas acciones de dominancia, de búsqueda de poder, que nos someten y degradan.

No es necesario actuar con las mismas medidas o con la misma fuerza, pero con voluntad todo es posible. La voluntad de sentirnos únicos, de ser nuestros propios dueños y no de alguien más, de ser libres para decidir y tener libre albedrío, para decidir.

Conocimientos, sabiduría, intención y propósito. Con estas herramientas estamos encaminados a ser dueños de nosotros mismos, algo que éramos de pequeños, pero que hemos perdido en el camino a la adultez. Con estas herramientas podemos alcanzar a otras personas que sienten y padecen situaciones similares, o que pueden asistirnos, logrando así una red de apoyo en la que soportarnos y hacer frente a las adversidades, ya sean éstas provocadas por el hombre, la naturaleza y las circunstancias que le acompañan. Con estas herramientas descubrimos medidas inteligentes para perseverar, florecer y prosperar, sin que tengamos que rebajarnos a ser sometidos o a emplear los mismos medios que aquellos que pretenden someternos.

Con estas herramientas adquirimos el poder que nos aleja de las inseguridades y mezquindad que guían a aquellos que no conocen otros medios para  ser mejores, y que solo usan la violencia, sea física o psicológica para imponer sus razones y disfrazar sus incapacidades.

 

[1] La indefensión aprendida es un tecnicismo que se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha "aprendido" a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de no poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar la situación aversiva, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas. La teoría de indefensión aprendida se ha relacionado con depresión clínica y otros trastornos mentales "resultantes" de la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situación. Esto no es del todo cierto ya que no es un buen análogo clínico (no son totalmente comparables ambas situaciones aunque a nivel "sintomático" se parezcan, es por ello que en investigación se ha usado la indefensión aprendida como análogo clínico de la depresión); es más, el comparar una situación adversa que se percibe como incontrolable (pero que realmente no lo es) con un trastorno o "enfermedad" mental sería una forma de contribuir a crear una indefensión aprendida: implícitamente se está negando la posibilidad activa (sujeto agente) de cambio que la persona tiene pasando de un lugar (locus) de control interno a uno externo en donde la persona acaba asumiendo que la responsabilidad de esa situación es suya y nada puede hacer ("estoy enfermo, deprimido, no puedo hacer nada salvo ser pasivo/paciente", etc.) para cambiar el medio o el contexto y mejorar su situación.

Compasión

Ivanov Vivas, Julio 2016

Preocupación, aflicción, cólera, miedo y pretender. Todas estas actitudes están intrínsecas en nosotros, nos hacen ser los humanos que somos, nos llevan a sentir emociones, sensaciones y sentimientos que, de no controlarlas pueden desembocar en ansiedades, depresiones, odios, fobias paralizantes e inseguridades. Se deben controlar, no suprimir, ya que esto último entraría en conflicto con nuestra propia naturaleza, llevándonos a ser unos autómatas sin ningún tipo de empatía para con nuestros semejantes, otras especies e incluso nuestro entorno.

A través de la compasión podemos llegar a un estado de entendimiento y comprensión, el cual nos permite observar el mundo con ojos sin apego, sin dejarnos llevar a sentir de manera limitada una compasión nacida únicamente de la tristeza al ver a otro padecer y que nos impulsa a aliviar, remediar o evitar su dolor o sufrimiento, sino aprendiendo a ver el sufrimiento en el mundo sin internalizarlo y tomarlo personalmente, es decir, sin involucrarnos. Si lo tomamos personalmente es fácil llegar a sentirnos deprimidos o agobiados. Podemos evitar tomarlo como una carga personal u obligación si aprendemos a sentir empatía sin involucrar nuestros propios miedos, apegos y quizás penas que no hemos resuelto.

El sentir compasión por los demás conlleva a que comprendamos de dónde provienen, del porqué de sus acciones, y a entender que éstas, en realidad, no están dirigidas hacia nosotros como causa original de las mismas, sino por circunstancias, que tal vez desconozcamos pero, que desencadenaron en tales respuestas. Por supuesto, esto no implica una “justificación”, pero permaneciendo presentes, abiertos y atentos al sufrimiento del otro podemos entender y soltar, evitando reaccionar, como sí lo haríamos de involucrarnos y convertir en personal el actuar de otros.

Arquetipos y Estereotipos de una Mujer

Ivanov Vivas, Noviembre 2012

 

En las culturas han existido una serie de arquetipos y estereotipos arraigados en el inconsciente colectivo, conllevando a un condicionamiento en su vivir, actuar y ver en el mundo en que interactúan. Los arquetipos de género han estado especialmente presentes en la cultura occidental, fijando de manera importante el rol de los hombres y de las mujeres

 

Los arquetipos de género en la cultura occidental han llegado de los pocos vestigios que se conocen de antiguas culturas prehistóricas matriarcales a través de la mitología, siendo que se reconoce en éstos los importantes avances que contribuyeron a que el género humano saliera de su condición primitiva, pero también las hicieron responsables de la mayoría de sus males, gracias a una transición al sistema patriarcal, llegando a legitimarse las discriminaciones hacia el género femenino incluso “científicamente”.

 

En todas las sociedades, la diferencia biológica que obviamente existe entre hombres y mujeres, ha sido usada como justificación para forzarlas a realizar distintos roles sociales que limitan y moldean sus actitudes y comportamientos. Dicho está que, ninguna sociedad está contenta con la diferencia natural de sexo, pero cada una insiste en agregar una diferencia de género (Money y Tucker, 1975).

 

Ana Guil Bozal (1998), expresa como en el inconsciente colectivo de los individuos, de una cultura determinada, perviven una serie de arquetipos y estereotipos que condicionan su manera de ver y vivir el mundo, siendo que los arquetipos conjugan hechos históricos con fantasías, realidades con deseos, tragedias con miedos y temores, sumándose todo ello con creencias religiosas, valores éticos y prescripciones o proscripciones morales sobre lo que se debe pensar, sentir y hacer (Op. CIt).

 

De esta manera, los arquetipos se convierten en la base sobre la que nuestros valores son construidos, y al formar parte de la herencia cultural, los modelos arquetípicos perviven también hoy en día en el inconsciente colectivo simplemente por nacer en el seno de determinado grupo social. Estos elementos básicos de lo que se considera más profundo, más enraizado en el interior de cada ser, es algo que permanece ahí mientras no haya un contraste con la realidad exterior que obligue a cada quien replanteárselo, y sin embargo, es difícil deshacerse de tan enorme peso arcaico.

 

Esto es lo que precisamente ocurre con las creencias estereotipadas sobre las características de los hombres y las mujeres en la actualidad, donde cualquier persona piensa que las mujeres son de tal o cual manera y que eso es un hecho, y que tales peculiaridades son atributos que constituyen la esencia femenina sin admitir posibilidad de debate alguno.

 

Bajo la base de que la conciencia de la razón patriarcal actual y la razón matriarcal relegada, creadoras de arquetipos y mitos, deviniendo en el consiguiente peso sobre los estereotipos, se puede comprender el inconsciente colectivo de la Humanidad, se reconocen estas imágenes ancestrales y se contrastan con su evolución y actualidad, iniciándose así el camino de salida de sus dominios adormecidos.

 

Es así como debemos analizar los elementos arquetípicos de la mujer en la Humanidad y su trascendencia en los estereotipos vigentes, detectando la presencia y estudiando la naturaleza de todos los elementos ajenos a lo que en la actualidad entendemos como propiamente histórico, que subyacen en la caracterización actual de las mujeres, representada esa influencia de los arquetipos femeninos incluso a través de la imagen en los estereotipos sociales actuales.

 

Hoy día el arquetipo, el modelo o ejemplo de ideas o conocimiento sobre la mujer, y del cual se derivan otros tantos para modelar los pensamientos y actitudes propias de cada individuo, de cada conjunto, de cada sociedad, incluso de cada sistema, se ha desvirtuado en un abuso de género, en el que se inculca un estereotipo de la “mujer objeto”, en una imagen estructurada y aceptada por la mayoría de las personas como representativa de un determinado colectivo. Imagen ésta que se forma a partir de una concepción estática sobre las características generalizadas de los miembros de esa comunidad. Ejemplo de ello lo vemos en los “modelos” a seguir, y que son inculcados y universalmente aceptados por el colectivo social.

 

Se debe tomar conciencia de manera reflexiva sobre estos mitos, y así recorrer el difícil camino de salir de sus dominios en la búsqueda de un cambio paradigmático, empoderando a la mujer y a su imagen en lo que realmente es: el sostén de toda sociedad.

 

Referencia Bibliográfica

 

Bozal, Ana (1998). El Papel de los Arquetipos en los Actuales Estereotipos sobre la Mujer. Revista Electrónica http://www.revistacomunicar.com/verpdf.php?numero=12&articulo

 

Money, John y Tucker, Patricia (1975). Sexual Signatures: On Being a Man or a Woman. Boston: Little, Brown.

¿Por qué rechazamos el conflicto, pero nos encanta vivirlo?

Ivanov Vivas, Marzo 2012

 

 

Puede resultar una paradoja, aunque en esencia no es una aseveración tan absurda ni extraña en el sentir de las personas.

 

Podría pensarse que es una actitud y una aptitud de nuestra especie para mantenernos en una constante coexistencia de tendencias contradictorias, capaces de generar angustia, zozobra y ansiedad.

 

Absurdamente, aunque anhelamos tranquilidad y quietud en nuestras vidas, este estado de placidez y pasividad genera otro que lucha en nosotros, un estado de desasosiego, que nos desvela y tribula al punto de implantar un cosquilleo e inquietud.

 

En ocasiones, esto nos lleva a observar a otros que también disfrutan de un período de tranquilidad y paz, preguntándonos, e incluso con envidia, ¿por qué no tengo lo que él tiene? Ya sea que nos refiramos a su estado emocional o a su bienestar material, a una persona o incluso a un país.

 

Puede ser algo impreso en nuestra memoria genética, cuando nuestros ancestros luchaban por sobrevivir viendo que su única oportunidad era la de obtener los recursos y las mujeres que otros poseían, para así transferir sus genes a las futuras generaciones. O tal vez se genera en ese miedo ancestral ante depredadores más fuertes, y que nuestros antepasados nos han legado, lo cual llevó a nuestra especie a ser inventiva y tomar la iniciativa al crear herramientas y métodos que ha llevado al hombre a ser el depredador máximo. De ahí que, con el desarrollo de la tecnología y su constante presencia en el quehacer de todos los días nuestra agresividad se vea más marcada.

 

Ciertamente, con el transcurrir del tiempo la especie humana aprendió que al surgir un conflicto su mejor oportunidad era, y es, la de forjar alianzas. Unas para escalar el conflicto mismo, otras para alcanzar una negociación. Sin embargo, la mayoría de las veces los primeros logran hacerse a la cabeza haciendo uso de “ilusiones”, propensión muy marcada en las personas y que las hace aceptar argumentos que les manipulan e infieren el entusiasmo de estar en control y de vencer ante cualquier adversidad, porque los que están destinados a ganar son los más listos y poseen más talento.

 

A nivel personal, familiar, laboral, social, cultural e incluso político, la competencia puede degenerar en crisis que podríamos considerar de corte “maltusiano”, al pensar que la escasez de atención o cariño, la falta de puestos a los que ascender en la escala profesional, la poca oportunidad o plataformas para “imponer” mis costumbres o ideologías, conllevan a una competencia atroz por el insuficiente espacio en el que desarrollar cualquiera de estas necesidades…, necesidades que nosotros mismos hemos generado al incrementar el impulso de propagar nuestros genes, degenerando en una sobrepoblación sumada a la “indispensable” y muy imperiosa “obligación” de hacer trascender nuestras ideas, pensamientos, conocimientos, planes y disposiciones como ideales “únicos” que han de sobrevivir al tiempo, al espacio y a la gente misma.

 

Esto comporta a un pensamiento de grupo sumamente peligroso, en especial en tiempos de crisis, donde una sociedad, o sectores de la misma, se siente amenazada, al punto de concebir y abrazar una tendencia expresada en términos de “nosotros contra ellos”, lo cual subyuga y oprime las opiniones alternativas que puedan surgir en la sociedad para consolidarse y desarrollar un plan común de acciones.

 

En ocasiones, cuando la razón no asiste a una persona o a un grupo, o sencillamente éstos no logran convencer al otro de sus puntos de vistas, creencias, ideas o medidas, buscan entonces imponerlos; y es aquí cuando más allá de si les interesa que unos u otros reconozcan la existencia de una diversidad de posiciones, se busca obligar la aceptación sin cuestionamiento de una visión o de la otra, y esto implica un uso de la fuerza, sea por el abuso del poder físico, paternal, laboral, político, legal e incluso cultural y social. Se emplea algún tipo de violencia que desecha la convivencia y tolerancia a cambio de una coacción que forza a comprometer al que queda en desventaja.

 

El miedo nos paraliza, al punto que dejamos de observar con claridad nuestro entorno, fijando nuestra atención en ese único hecho, acción, evento, fenómeno o idea que nos paraliza, y bajo estas circunstancias nuestra naturaleza nos predispone a luchar contra lo que no entendemos.

Haciendo un buen uso de la gestión del miedo, grupos sociales se han vuelto más vulnerables a la vez que predispuestos al conflicto, y es de acotarse que de una manera violenta y tendenciosa.

 

En este mundo de la “globalización”, y en el que la tecnología ha permitido avances en la salud e información, la “sociedad global” es bombardeada con un constante choque de opiniones, noticias de graves crisis y peligros locales y mundiales, tanto naturales como causados por el hombre; donde hasta lo ocurrido a personas desconocidas se vuelve personal para cada uno de nosotros, sin reparar en cómo nos alejamos a la vez de aquellos que son cercanos a nuestro entorno y localidad.

Una realidad es que, sin importar si el conflicto tiene su origen en “causas justificadas” o no, lo cierto es que podemos evitarlos si así lo deseamos; y la mayoría así lo quiere, en especial cuando se encuentran inmersos en sus consecuencias.

 

Apartando las psicopatías y disociaciones sociales relacionadas a ciertas personas, está en nuestra naturaleza ponerle fin a los conflictos. Rechazamos lo desagradable. Nos desagrada el sufrimiento y tendemos a alejarnos de aquello que pueda reportarnos un peligro o alguna incomodidad.

Entonces, cabría preguntarnos, ¿son los conflictos en nuestras vidas, tanto personales como los que afectan a las masas, una invención social? Y de ser así, ¿qué tanto nos costaría entonces ponerles fin?

Solo un estado de conciencia en cada uno de nosotros, a través del cual reconozcamos nuestros atributos esenciales, así como los cambios que experimentamos en nosotros mismos, podría dar respuesta a tales interrogantes, para entonces dejar de lado la ignorancia que nos oprime en un círculo vicioso alrededor del conflicto y así finalmente poder ser libres…

 

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