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Conversaciones II


He tenido pocos maestros en la vida, pero recuerdo a uno en particular. Un día tuvimos una conversación, tal vez la más importante de todas y la última, puesto que fue nuestra despedida.

Recuerdo haber entrado temprano al Dojo como todos los días de práctica, pero sin poder experimentar la misma quietud y paz de siempre al ver la tenue luz que asomaba por las ventanas e iluminaba débilmente el Kamiza, un pequeño altar en honor a los espíritus y ancestros de nuestras artes marciales tradicionales y en el que se encendían velas e inciensos de aromas penetrantes.

Ese día en particular no sentía la armonía que encontraba en este sitio de práctica. De hecho, ese día estaba derrotado de espíritu.

Percatándose de ello, Sensei se sentó al lado mío y esperó pacientemente a que yo hablara.

Sin dejar de ver hacia el pequeño altar tomé aire y dije:

-Sensei, no merezco seguir practicando.

Él no dijo nada, ni se movió ni gesticuló palabra alguna.

-Sensei, voy a dejar el Dojo.

-¿Qué ocurrió entre ayer y hoy que te hizo tomar esta decisión? – me preguntó en un susurro.

-Ayer un hombre me provocó y sentí el mayor de los deseos de agredirle. Yo no había hecho nada para que él me provocara. Pero eso no es lo grave. Lo peor es que, teniéndole como un adversario fácil de vencer, no pude asestarle golpe alguno y me quedé petrificado, viendo en mi cabeza las imágenes de todas las posibles combinaciones que me ayudarían de manera cierta a rendirle, pero no pude moverme.

-¿Y qué hizo este hombre?

Mi frustración era tan grande al recordarlo todo que mis hombros se inclinaron hacia adelante, como si en mi espalda se hubiese posado todo el peso del mundo.

-Nada Sensei, eso es lo que más me frustra. Él solo se acercó a mí y me dijo “por eso es que los matan a ustedes los jóvenes”.

Sensei, para mi sorpresa, se echó a reír como jamás lo vi en mi vida. La humillación que sentí fue mucho más grande de la que podía soportar.

Al cabo de un rato, Sensei volvió a su calma habitual y dijo:

-Debes comprender que, aunque pareciera que alguien te esté provocando, no debes asumirlo como algo personal. Cada quien vive sus circunstancias y puede ser que este hombre estaba ensimismado en la suya y quiso involucrar a cuantos le rodearan para así descargar sus propias frustraciones.

»Lo que sí debes internalizar es la fuerza que tuviste de contenerte para no agredirle. Sin embargo, ¿de dónde provino? ¿Por qué te refrenaste? Éstas son las preguntas que has de hacerte y que yo no puedo responderte.

»Aún eres joven, por muchos años que tengas practicando nuestro arte. El hecho de que tu cinta sea negra no te da la sabiduría ni la experiencia necesaria para comprender lo que es la vida y nuestro rol en ella. ¡Fíjate pues! Yo aún estoy buscando entenderlo.

»Tal vez sea hora que sigas tu camino.

Sorprendido abrí los ojos y protesté. Sin mayor espaviento él replicó:

-¿Pero no entraste hace unos minutos diciéndome que habías tomado la decisión de irte? – Me dijo con una sonrisa y una calma en los ojos que me hicieron callar y tragarme la nueva protesta que surgía por mi garganta.

-Llegaste a la decisión correcta, sólo que no tenías claro la verdadera razón por la cual debías tomarla.

»Piensa en el Do, en la vía, ese camino en que se cruzan otros con el tuyo. Muchos te guiarán y enseñarán, directa e indirectamente, pero debes entender que sus caminos les estaban destinados, siendo que en algún momento deberán separarse. Lo que a ellos les vale sirve a tu formación, pero sólo eso. La dedicación para alcanzar la perfección que ellos emanan la lograron por sus propias vivencias y méritos, razón por la cual siempre llega el momento de alejarse y continuar, experiencia en sí misma ilustrante.

»Ellos, como yo, sentaron las bases de tu espíritu y forma marcial que ahora te permiten la continuación de tu búsqueda para entender. Ahora más que nunca se te está permitido el cuestionar y responder, el desmenuzar y amoldar, el demoler y construir todo lo aprendido.

De pronto, al oír las palabras de Sensei, comencé a entender. Él continuó diciendo:

-Esta será mi última lección, y a partir de ahora tu búsqueda dependerá únicamente de ti. Ahora escucha con atención.

»Eres, por muy lejos, la persona más recta y con la mayor integridad que he tenido bajo mi Dojo, razón por la cual no pierdas el tiempo sintiendo lástima por ti mismo. Sé responsable de tu vida y entiende que ella no siempre es fácil o justa.

»No entregues tu poder a otros, ni dejes que te controlen. Tú siempre estarás en control de tus propias emociones y tienes la elección de ver cómo ellas responden.

»No le temas al cambio ni lo evadas. Más bien dale la bienvenida como si se tratase de un cambio positivo, estando dispuesto a ser flexible. El cambio es inevitable y debes creer en tus habilidades para adaptarte.

»No gastes tu energía en cosas que no puedas cambiar. Enfócate en lo que sí puedas controlar en tu vida, entendiendo que lo verdaderamente controlable es tu actitud.

»No te preocupes en complacer a otros. No es necesario. No tengas miedo de decir “no” o hablar cuando sea necesario. Sé amable y justo, pero no ansioso porque otros se disgusten al no poderles complacer a su gusto.

»No temas tomar riesgos, pero infórmate antes de tomar acción.

»No te hundas en el pasado deseando que las cosas fuesen diferentes. Reconoce el pasado, así como las lecciones que has aprendido en el tiempo, pero no estés reviviendo malas experiencias o días de gloria. Vive el presente y planifica para el futuro.

»No cometas el mismo error una y otra vez. Acepta la responsabilidad por tu comportamiento y aprende de esos errores.

»No resientas a otros por sus éxitos. Aprécialos y celébralos. Reconoce que el éxito surge del trabajo arduo.

»No te rindas luego del primer fracaso. Úsalo como una oportunidad para crecer y mejorar. Sigue intentando hasta lograrlo.

»No temas estar solo. No temas al silencio. No temas a tus pensamientos.

»No sientas que el mundo te debe algo. No pienses que otros deben cuidarte. Más bien busca oportunidades basadas en tus propios méritos.

»Pero sobre todo, no esperes resultados inmediatos. Aplica tus habilidades y tiempo lo mejor posible y entiende que el cambio es un proceso.

Recuerdo haber pesando que lo que Sensei me decía era la base de todo lo que nos enseñaba. Entonces comprendí que esa base era el principio que indiscutiblemente conlleva el final, regresándonos al principio nuevamente. Es ahí donde están las respuestas.

Sin darme cuenta Sensei ya se había retirado. Me levanté lentamente y giré hacia la entrada del Dojo por donde había salido mi maestro e hice una reverencia en su dirección con lágrimas en los ojos y la gratitud en mi corazón por su última lección.

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