Cicatrices
La mano se posó suavemente sobre la mejilla. Era un reflejo automático cada vez que se posaba en el borde del ventanal. Su mirada se perdía en las verdes montañas cubiertas de nubes grises. Hacía frío, pero el calor del hogar y la taza de chocolate caliente le hacía recordar momentos cálidos de su niñez.
Un leve movimiento de los dedos y sintió la marca bajo la barba de tres días. Una cicatriz casi imperceptible pero que señalaba una época y un momento importante en su vida. Un accidente, como muchos otros, una cicatriz como muchas otras. ¿Cuántas tenía sobre su cuerpo? No importaba. Lo cierto es que cada una sellaba un evento, y cada evento un instante.
En retrospectiva, ¡qué irónico que las marcas que dejamos las personas, a menudo son como las cicatrices! Heridas que permanecen sin curar, quedando tan solo cubiertas para disminuir el dolor.
Su primera cicatriz fue en la barbilla. Aún era muy pequeño. Ni siquiera recordaba el dolor que le supuso el caer de bruces y rajarse. Su madre le socorrió cerrándole la herida de inmediato con sus dedos y luego con adhesivo, lo cual le dejó una marca que solo se veía si la mostraba. Sin embargo, ahora que lo pensaba, algo de ese hecho en particular le dejó un sentimiento ambiguo. Una sensación de protección, pero al mismo tiempo de indefensión.
¡Increíble! Cómo una cicatriz tenía el extraño poder de recordarle lo real de su pasado, o su vulnerabilidad. Pero no solo son las cicatrices físicas, también son aquellas que no se ven.
Tomó la taza casi inconscientemente y se quemó los labios. ¡Más ironías! Cicatrices que no dejan marcas. Sonrió para sí mismo como lo hacía cada vez que cavilaba. Las gentes tienden a recordar los abusos a los que han sido sometidos, e incluso los imaginados, pero ¿y qué hay de los momentos de afecto y cariño, de los besos? Sin embargo, las heridas sí que dejan cicatrices.
Es como si de una manera perversa las personas se alegraran de los puntos quirúrgicos, -y de los emocionales también- exhibiéndolos porque dejarán una marca visible. ¿Cuál es el sentido de que solo duela por dentro? Hay que exponerlos. Los niños muestran sus cicatrices como medallas. Los amantes las usan como secretos para revelar. Es lo que ocurre cuando el mundo es hecho de carne y hueso. A veces, también queremos dejar una marca.
Ciertamente, la mayoría de las cosas se quiebran, incluyendo los corazones y las almas, por eso él pensaba que las lecciones de la vida no se acumulaban en sabiduría, sino en cicatrices y callos. La sabiduría no era más que la consecuencia.
Ahora que se volvía más conscientes de las cicatrices en su cuerpo, se daba cuenta que ellas no fueron más que muestras de vicisitudes en su vida, pero las otras, las internas, ésas eran…, son las muestras de sus intentos de pugnar con algo terrible, algo que nunca debió vivir ni sentir. Pero así como señales de sufrimiento, también lo son de su voluntad de sobrevivir, de su constante desafío. Eran parte de su propia historia.
No importa cuántos sufrimientos viviese, cada vez resurgía como un hombre diferente. El mismo con ropas nuevas, pero las mismas cicatrices que le distinguían de los demás.
Muchas personas solo veían sus cicatrices, haciéndole recordar las viejas heridas, pero no ella. Ella las veía como prueba de sanación, de fortaleza. A ella le gusta decir que la perfección no existe, que siempre hace falta un poco de desorden y desarreglo que brinde algo de personalidad al mundo. Que sus cicatrices, todas ellas, físicas e impalpables, solo mostraban los lugares en que había estado, más no a dónde se dirigía.
Con ella entendió que las cicatrices eran heridas cerradas, pero donde aún hay heridas abiertas, entonces la luz puede entrar. Por eso, ¿quién querría morir sin cicatrices?